«[…] ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir a partir de aquí?
—Esto depende en gran medida del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
—No me importa mucho el sitio… —dijo Alicia.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes —dijo el Gato.
-… siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.
—¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato—, si caminas lo bastante!».
Lewis Caroll – Alicia en el País de las Maravillas
No he encontrado mejor forma de comenzar este artículo que con uno de los fantásticos diálogos de Alicia en el País de las Maravillas. Tal como le ocurre a Alicia, hay situaciones en la vida en las que nos encontramos con varios caminos a seguir y no sabemos cuál tomar. A veces no sabemos siquiera que hay varios caminos y nos dedicamos a seguir el camino que toma todo el mundo sin pensarlo demasiado. Si todos tus amigos están firmando hipotecas, ¿por qué no? Como dijo el Gato, si no te importa mucho el sitio al que ir, no te preocupes, que llegarás a alguna parte.
Definir objetivos vitales no tiene por qué marcar todas nuestras decisiones vitales, pero si que nos va a ir llevando por un camino concreto, un camino que hemos decidido nosotros al establecer el objetivo. Si uno de tus objetivos es viajar durante un año alrededor del mundo, es seguro que no vas a tomar el camino de firmar una hipoteca, al menos hasta que hayas vuelto del viaje. Si tienes claro que quieres formar una familia y disfrutar al máximo de tu tiempo con ella, es probable que rechaces esa oferta de trabajo para la que tienes que viajar 200 días al año…
Tener objetivos por cumplir te ayuda a tomar decisiones cuando esos posibles caminos te alejan de tus objetivos. Además, al establecer objetivos vitales estarás conectando con tus más profundos deseos, con lo que aumentará tu motivación (son muy útiles para personas que han caído en una depresión). Básicamente estas contestando a la pregunta ¿Qué quiero hacer con mi vida? Estas definiendo la vida que quieres.
Marcarse objetivos vitales puede sonar a tópicos como «plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». Por supuesto que podemos empezar con ideas como estas, pero debemos profundizar más en su definición si queremos que lleguemos a cumplirlos (o si queremos ver si de verdad queremos cumplirlos).
El típico contraejemplo de un objetivo bien definido sería el de los propósitos de fin de año: Este año me pongo en forma, dejo de fumar o me pongo con el inglés. Estos propósitos están llenos de buenas intenciones (o inducidos por unas cuantas copas de más), pero rara vez se siguen cumpliendo al pasar unos meses. Si no queremos que nuestros objetivos vitales acaben igual que los propósitos de fin de año, mejor seguir estos consejos:
Específico
Debemos ser lo más específicos posibles a la hora de definir un objetivo. Podemos empezar por algo genérico, pero luego tenemos que moldearlo o dividirlo en objetivos más pequeños que sean claros. Si primero piensas «Quiero viajar mucho», intenta redefinirlo como «Visitar un país de cada continente». Este objetivo está más claro y puedes luego dividirlo en un objetivo diferente por cada continente que irás cumpliendo uno a uno.
Realista
Es necesario que los objetivos nos marquen ciertos retos, pero tenemos que movernos dentro de lo posible. Por supuesto, si desglosamos un objetivo imposible en múltiples miniobjetivos y vamos cumpliendo los que podemos, también estaremos avanzando, pero perderemos la motivación al ver que nunca lo conseguiremos y haremos menos de estos miniobjetivos que si hubiésemos sido más realistas al principio.
Definición temporal
«Escribir una novela» puede ser un buen principio, pero «Un día escribiré una novela» suena a que nunca ocurrirá. No está mal tener una lista de objetivos que se rellena en un momento de inspiración y luego ir tomándolos poco a poco e ir trabajándolos hasta tener objetivos más concretos, pero una vez que queramos definirlo de forma más concreta, tenemos que establecer límites temporales. Si no, es bastante posible que nunca lleguemos a cumplirlos
Medibles
Un poco de la mano de los anteriores: cuando un objetivo es específico, realista y está definido en el tiempo, lo más probable es que sea medible. Si no, hay que trabajar eso también. Necesitamos que un objetivo sea medible para poder ver si estamos avanzando o no. Si queremos perder peso, ¿cuánto peso? Si queremos aprender a tocar la guitarra ¿cuántas canciones?
Ser verdaderamente tuyo
Es importante que nuestros objetivos sean verdaderamente nuestros. Por ejemplo, nuestros padres quieren lo mejor para nosotros, pero no son nosotros. Si ellos querrían que ya hubieses comprado una casa y tuvieras trabajo fijo, es porque quieren para ti lo que ellos creen que es lo mejor (probablemente los que fueron sus objetivos). Si vas a realizar el esfuerzo que conlleva perseguir unos objetivos, mejor que sean genuinamente tuyos. Recuerda, van a definir tu camino.
Por supuesto no tienes que definir todo al mismo tiempo. Puedes aprovechar un momento de inspiración (como el cambio de año o tu cumpleaños) para hacer brainstorming y luego ir trabajando la lista poco a poco. Dividiendo objetivos en objetivos menores, priorizando, estableciendo fechas límite… ¡La cuestión es empezar!
{Imagen de cabecera – Sir John Tenniel – circa 1889}