Nunca en la historia hemos tenido mayor facilidad para el acceso a la información como ahora. Esta misma frase la podrás decir el año que viene y será otra vez cierta. Y al año siguiente, y al siguiente… Esto del acceso a la información va a más.
Una de las diferencias entre la Edad Media y la Edad Contemporánea es la reducción en las distancias. Antes de la Edad Contemporánea era bastante difícil (y peligroso) viajar. Una persona podía pasar toda su vida en un radio de 50 o 100 Km como mucho. La información también se transmitía con la misma dificultad. Podrían llegar noticias de guerras y sucesos lejanos (probablemente mucho después de que ocurrieran) pero no demasiadas. Solo veías la cara del rey en las monedas, nada de revistas del corazón. La gente vivía de forma local.
Con la llegada de nuevos medios de transporte y de comunicación esto ha ido cambiando poco a poco y con la llegada de Internet ya nada parece ocurrir demasiado lejos de nosotros. Si una señora de un pueblecito de Zaragoza se carga una pintura de la iglesia del pueblo, sale en los periódicos de Australia. Es que era verano y era gracioso.
Esto es un aumento en la cantidad de información disponible.
Las redes sociales tienen algoritmos que seleccionan qué mostrarte primero. Estos algoritmos dan prioridad a lo que sea más probable que te genere una reacción, nada de dejarte indiferente. Aquello que nos indigna (sea verdad o fake news) tiene más papeletas de salir primero en nuestro feed.
Los periódicos cada vez tienen más complicado conseguir ingresos. La gente ya no compra la versión en papel y menos pagan por una versión online. Para conseguir nuestra atención necesitas titulares que nos enganchen, que nos lleven a hacer clic. Que te leas el artículo entero ya no les importa tanto.
Pero no hay que echarle la culpa solo a Internet. En televisión los informativos ponen música de fondo a las noticias como si fueran partes de guerra. Quieren tenerte en tensión para que no cambies de canal. La actualidad te tiene en vilo, y para eso se hacen reportajes larguísimos sobre la sección de sucesos. Alguien muere a manos de su vecino, otra persona sufre un grave accidente… Temas que nos hacen pensar cada vez más que vivimos en un mundo más y más inseguro, cuando la realidad es la contraria.
Esto es un empeoramiento en la calidad de la información.
Es por eso que creo que reducir en la cantidad de información que consumimos es tremendamente positivo para nuestra salud mental y para el uso que hacemos de nuestro tiempo. Tendrás menos malos rollos y más tiempo para lo que de verdad importa.
No me malinterpretes, yo me considero bastante enganchado a las noticias. En mayor o menor medida leo (u ojeo) periódicos cada día más algunos programas de radio. Pero soy consciente de que la mayoría de lo que leo no es tan importante o relevante. Sobre todo, soy consciente de que si no me informo algunos días, voy a terminar enterándome igual de las cosas importantes y me perderé muchas que realmente no merecían la pena.
No te creas que un día me desperté y dejé de seguir las noticias. Como he dicho antes, sigo todavía bastante la actualidad, pero si he conseguido reducir mucho. Y para conseguir esto lo mejor es hacer una dieta informativa (como la operación bikini antes del verano pero sin sufrir).
Dieta informativa
La mejor prueba es empezar con una semana (por ejemplo empezando mañana). Durante esa semana no mires:
- Informativos de TV
- Periódicos
- Redes sociales (si te resulta muy difícil, puedes dejar este punto para un segundo intento)
Si después de esta semana de prueba quieres volver a engancharte a la actualidad, adelante. Pero te aseguro que vas a notar rápidamente que te sientes mejor, más libre, relajado, más enfocado en tus tareas diarias, en las pequeñas cosas del día a día, que son las que verdaderamente importan.
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