¿Qué es la Inteligencia Emocional?

El término en sí lleva mucho tiempo usándose dentro del campo de la psicología (al menos desde 1964), pero sin lugar a dudas quien lo ha popularizado ha sido Daniel Goleman con su libro de 1995 «Inteligencia Emocional: Porqué puede importar más que el CI«. Ahora que la teoría de las inteligencias múltiples está de moda podríamos decir que la Inteligencia Emocional vendría a cubrir la parte de la inteligencia encargada de las emociones. Algo que por supuesto no se puede medir con un test de Coeficiente Intelectual.

Daniel Goleman en su modelo mixto divide a la Inteligencia Emocional en 5 componentes:

  • Conocimiento de uno mismo: reconocer y comprender tus propias emociones, saber cuáles son tus límites y qué cosas provocan te provocan un cambio de humor.
  • Autocontrol: controlar o redirigir los impulsos, ser capaz de pensar antes de actuar.
  • Motivación intrínseca: tener una motivación para trabajar ajena a los premios externos (como el dinero o el estatus social) basada por ejemplo en una visión personal de lo que es importante en la vida, la alegría de hacer cosas, la curiosidad por aprender o estar en «la zona» cuando uno está inmerso en una actividad.
  • Empatía: habilidad para comprender la situación emocional de otras personas. Sería el equivalente al «Conocimiento de uno mismo» pero en otra persona.
  • Habilidades sociales: capacidad de gestión de nuestras relaciones sociales, construcción de redes sociales y capacidad para llegar a puntos en común entre nuestros deseos y los de los otros.

Puedes leer un poco más acerca de estos puntos aquí. Habrá mil maneras de describir la Inteligencia Emocional y los psicólogos pueden debatir todo lo que quieran sobre el asunto, pero por el momento usemos esto cinco puntos para ahondar un poco más en lo que significa cada uno de ellos.

Conócete a ti mismo

Antes de poder empezar con cualquiera de los demás puntos, tienes que conocerte a ti mismo. Si no conoces tus propias emociones, no puedes controlarlas o verlas en los demás y difícilmente podrás generar motivación intrínseca. Es tan importante que los antiguos griegos lo escribieron a la entrada del Templo de Apolo en Delfos y posteriormente Sócrates la incluyó en sus enseñanzas con su máxima:

«Una vida sin examen no merece la pena ser vivida.» Sócrates

Si mencionar antiguos griegos te da aburrimiento, hazle caso al Oráculo de The Matrix, que ya se lo decía a Neo. Al final lo importante es que te conozcas a ti mismo.

«Temet nosce» que en latín significa «Conócete a ti mismo»

La meditación o la escritura de un diario son buenas formas de mejorar en este componente de la Inteligencia Emocional.

Autocontrol

Una vez que conoces tus emociones, puedes comenzar a intentar controlarlas. Esto significa ser capaz de controlar tus arrebatos, saber distinguir entre desencadenantes externos o reacciones internas exageradas. No siempre vas a poder controlar como te sientes por algo, pero sí deberías ser capaz de controlar como reaccionas a ello. Y si es muy difícil, un primer paso puede ser redirigir esa energía hacia algo más productivo.

Si no somos capaces de controlar las emociones, la amígdala puede llegar a tomar control del resto del cerebro, lo que se conoce como “secuestro emocional” o “secuestro amigdalino”. Las consecuencias pueden ser extremas, como en la película «Un día de furia» donde el protagonista (Michael Douglas) pierde totalmente el control de sí mismo y va encadenando situación con situación, cada cuál más inverosímil, donde las que mandan son sus emociones. La escena mítica en la que termina sacando un arma de fuego en una hamburguesería porque ya no sirven desayunos sería un buen ejemplo de una reacción interna exagerada, bueno, muy exagerada.

Solo quiero desayunar un poco

Motivación intrínseca

Como decíamos anteriormente, esta motivación no debe venir de premios externos si no venir de nosotros mismos. Daniel Goleman sugiere que para empezar, lo primero que tenemos que saber es definir nuestros objetivos. Si no sabemos qué queremos, difícilmente vamos a tener motivación para hacerlo. Es más, definir nuestros objetivos podría mostrarnos que estamos trabajando exactamente en el sentido contrario y que tenemos que cambiar de rumbo.

Nuestra capacidad para motivarnos está fuertemente relacionada con nuestro Locus de control. El Locus es la percepción que tenemos de si la causa de lo que nos pasa es interna o externa. Si pensamos que no tenemos control sobre lo que nos pasa, más difícil será que desarrollemos una motivación intrínseca, ya que pensaremos que no importa mucho lo que hagamos. Si por el contrario tenemos un mayor Locus de control interno, estaremos más motivados en cualquier cosa que nos propongamos, ya que pensamos que nuestras acciones tienen una gran repercusión en nuestro posible éxito o fracaso. El Locus es una variable de la personalidad, y bastante estable, pero eso no significa que no podamos ponernos a trabajar en ello.

Empatía

En cualquier relación, todo lo que sientes es la mitad de lo que se siente en esa relación. Por muy grave o importante que te parezca lo que sientes, hay otra mitad que tiene sus propios sentimientos. El ser humano es un ser social, así que nuestra habilidad para relacionarnos con los demás serán determinantes para nuestra propia felicidad.

Para tener empatía primero tenemos que aprender a escuchar a los demás. Ya sabes, tenemos 2 orejas y una sola boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos. Este paso no es el único a dar, pero sí imprescindible. Si no escuchamos a los demás, difícilmente podremos ponernos en su situación.

Cuando no estés de acuerdo con una decisión que toma otra persona, intenta pensar qué habrías hecho tú en su lugar. Tal vez termines descubriendo que tú habrías hecho lo mismo o al menos comprenderás porqué ha tomado esa decisión.

Empatía es la capacidad de identificarse con alguien y de compartir sus sentimientos, pero eso no significa que tengamos que dar consuelo con un «no es para tanto». Puede que no haga falta, o que incluso sea más dañino intentar minimizar lo que le ocurre a la otra persona. Empatía significa sentir juntos, así que mostrar que compartes sus sentimientos ya puede ser más que suficiente.

Habilidades sociales

Este es el punto más amplio de todos los anteriores y el que está por encima de todos los demás en su construcción, pero sobre todo no debemos confundirlo con ser el que más habla en una reunión social.

«La competencia social toma muchas formas – es más que sólo ser parlanchín. Estas habilidades van desde ser capaz de sintonizar con los sentimientos de otra persona y entender cómo piensa acerca de las cosas, hasta ser un gran colaborador y jugador de equipo, o tener experiencia en la negociación. Todas estas habilidades se aprenden en la vida. Podemos mejorar cualquiera de ellas, pero requiere tiempo, esfuerzo y perseverancia. Ayuda tener un modelo, alguien que encarna la habilidad que queremos mejorar. Pero también necesitamos practicar siempre que surja una oportunidad natural, y puede ser escuchar a un adolescente, no sólo un momento en el trabajo.» Daniel Goleman

Aquí entraría nuestra capacidad para convertir un conflicto en una discusión productiva, nuestra capacidad para conocer gente nueva o ser capaz de socializar con gente que piensa distinto que nosotros.