Los objetivos nos ayudan a crecer en todos los ámbitos de la vida. Al definirlos, estás marcando el camino que quieres seguir. Al revisarlos, pueden motivarte a hacer cosas o puedes darte cuenta de que de verdad no querías hacer esas cosas. Y al completarlos, te estarás metiendo un buen chute de dopamina. Todo son ventajas.
Pero como ya hemos visto, los objetivos pueden ser muy generales (estar más sano, tocar mejor la guitarra, la paz en el mundo…) o ser más específicos (correr 10Km en menos de 1h, saber tocar 10 canciones con la guitarra, ser capaz de chuparse un codo…).
Normalmente piensas en el objetivo general y al desgranarlo llegas al específico: ¿cómo puedo estar más sano? Si me propongo ser capaz de correr una carrera de 10Km, seguro que estaré mejor de salud. Otras veces te propones directamente un objetivo específico sin darte cuenta de cuál es tu objetivo general del que proviene. Más sobre esto luego.
Objetivos específicos
Probablemente sean la forma más común de ponerte objetivos (sobre todo cuando se acerca el final del año y estas en una cena con amigos con alguna copilla de más, aunque esos se cumplen menos). Tienen muchas ventajas porque sabes cómo conseguirlos o por lo menos sabes cuándo los has conseguido. Si a un GPS le pones destino Francia te llevará a Francia, pero ¿a dónde en Francia?. Sin la calle y sin el número habrás muchos lugares en los cuales «habrás llegado a Francia», pero tal vez no era donde verdaderamente querías ir. Si al GPS le pones la calle exacta, mejor.
Además de ayudarnos con la dirección y a comprobar si lo hemos conseguido o no, nos ayudan a medir su progreso. Si al inicio de año nos hemos propuesto ahorrar 2.000€, sabemos que a los 3 meses tendríamos que tener ya ahorrados 500€, a medio año 1.000€ y así comprobar si vamos por el buen camino o si tenemos que hacer algo para corregir el rumbo. Si te pones muy exacto, sabes que tienes que ahorrar 5,48€ al día. Eso no lo puedes conseguir con el objetivo «ahorrar más».
Además, si ves que te vas acercando, son una fuente de motivación importante.
Objetivos generales
A veces queremos cosas que no son específicas. Quiero estar sano, ser mejor escritor… ¿Cómo medimos eso? ¿Número de libros publicados? ¿Tráfico web de tu blog? ¿Un artículo de un crítico literario?. Estos objetivos no se pueden medir o es difícil saber si los hemos conseguido, y por eso se tiende más a fijar objetivos específicos. Pero enfocarte únicamente en lo específico puede ser un error.
Si por ejemplo te pones un objetivo muy específico y común de perder X peso en un mes, puede parecer que va en la línea de «estar más sano», pero no siempre es así. Hay formas muy poco saludables de perder peso (medicamentos, ayunos excesivos…) y que no te van a dejar más sano que antes, aunque hayas llegado a la marca en la báscula que te habías propuesto. Aquí es donde los objetivos generales entran en juego. No sólo tienes que perder esos kilos de más, hazlo de una forma sostenible que te permita ser una persona sana.
Pensar por un momento en el objetivo general de uno específico también ayuda a descubrir si estos objetivos son realmente tuyos. Puede ser que quieras poseer una casa en propiedad en vez de vivir de alquiler, pero si te preguntas ¿por qué? a lo mejor te das cuenta de que lo querías porque «es lo que hace todo el mundo».
Y además de todo esto, los objetivos generales suelen ser infinitos. Estar sano es algo que vas a querer mantener siempre. Habrá fases en las que tengas que trabajarlo más que en otras, pero el objetivo siempre está ahí. Eso ayudará a que te mantengas honesto contigo mismo sin querer «hacer trampa» u obsesionarte con los objetivos específicos.
En fin, podríamos decir que los objetivos específicos son los ladrillos con los que construir y los generales son la visión que tenemos de una pared de la casa o incluso de la casa entera. Los ladrillos te ayudan a construir la casa, pero sin una idea de cómo quieres que sea la casa podrías estar poniendo ladrillos sin ton ni son por todas partes y terminar con una casa inhabitable.
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